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V Domingo de Cuaresma                       

Estamos llegando al final de la Cuaresma. Se termina el Jueves Santo con la Misa de la Cena del Señor. “En la Cuaresma, la Iglesia renueva la llamada a la conversión. El hombre nuevo nace en el Bautismo. Dios nos hace sus hijos y nos incorpora a Cristo y a su iglesia. Del corazón del hombre renovado, según Dios, proceden los comportamientos buenos. Estamos llamados a abandonar los comportamientos del pecado y a fijar la mirada en lo esencial” (Papa Francisco).

¿Qué sería lo esencial? Lo primero sería buscar dentro de nosotros mismos para dar respuesta, comenzando con mis actos y los de los demás. A veces, somos tan duros para juzgar. Aplicamos la ley de la piedra sin piedad. Duros de corazón, difíciles para practicar el perdón. Sin embargo, Tú, Señor, me perdonas con la blandura de un Evangelio escrito en el suelo, es decir, en tierra blanda. Aprovechemos hoy para pedir a Jesús la enseñanza de la misericordia. Esa misma misericordia aplicada a la mujer sorprendida en adulterio. ¿Qué debió haber sentido aquella persona acusada a la pregunta de Jesús? “Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar” (Juan 8:10-11). Pues bien, el reto de la conversión es no volver a pecar. Es aprender día a día a ser buenos, con nosotros mismos y con los demás.

 

©LPi

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